miércoles, 3 de noviembre de 2010

.

A tiempo y destiempo tintando de rojo ocho paredes que no se miran.
A galope y al paso camina ahora la vida, despachándose de miradas que al llorar en lo más hondo sueltan puñales frustrados
Al ritmo del Bob Marley que me dice que no llore, nos fumamos el aire sin prisas que nos pisen los talones, con la muchedumbre haciendo el coro.
A base de fantasmas que reían, se descubrió que el cielo gris era un telón mofándose de todos.
Al cabo de ese segundo inquieto y bipolar, la sal del mar regeneró la piel de la que quiso abandonarse, sin compañía ni consuelo, en el Km. O de su propio desierto.
Y después, ya desenmascarado el miedo, y realizado el intento de encontrarse en una historia ajena, decidió retomar la suya propia, en su diario sin candado, con la caja azul consigo, con las manos que acariciaban lo mundano, con la mirada puesta en sus dos realidades.

Sacudió la arena incrustada de su piel.
Se sentó delante del espejo,
se miró,
y sus labios comenzaron a estirarse

a una velocidad descomunal.




Ya era hora, princesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario