jueves, 28 de enero de 2010

La misma utopía de siempre.


Una colección de buenas intenciones es lo único que me queda. Tú y solamente tú, sabes, entiendes y puedes apreciar lo que yo misma desconozco de mí.

Me quedo parada, seguramente esperando una lección, pero no tengo excusa, basta de dar tiempo muerto a la vida, basta de decir que lo estoy haciendo mal, basta de seguir en este camino inacertado...
Sólo son copos de nieve, parecidos a lo que fuimos algún día, dudosos de si vestiran de blanco la ciudad, dudosos de si se los llevará el viento en una ráfaga féroz.

¿Te acuerdas cuándo no nos daba miedo hablar del poco tiempo que teníamos? ¿Te acuerdas cuándo no nos importaba querernos?
¿Te acuerdas cuándo planeábamos perdernos por alguna playa de ese maravilloso desierto?

Ahí quedó todo, guardado en alguna de aquellas olas que nos hizo reir tanto... Así ha decidido el tiempo marcarnos el final, no hay prorroga ni excusas. Pero me encantaría que saliera de tu boca algún día todas esas ideas que te hacen débil por dentro, todas esas frustaciones e impedimentos que disfrazaste con un silencio inútil. Por lo menos tú puedes echarle la culpa a la distancia. Yo, sin embargo, nunca podré explicarte por qué deshice en cuatro paredes toda la magia que me mantenía a tu lado...




Y aún tengo la poca vergÜenza de sentir que me haces falta.

sábado, 23 de enero de 2010

Vacía

Arañarse el alma, la conciencia, y todo lo que pueda doler...
Puro masoquismo totalmente innecesario, pero qué me queda ahora, qué me queda si no soy consciente de que lo tengo todo. No te disculpaste, al igual que tampoco lo hizo aquel sol que quemó mi piel, al igual que yo nunca vi factible perdonarme.
Lo necesito, perdonarme por haberme querido y desquerido tantas veces, por haber hecho de mi esencia una excusa para aceptar mis fallos, por sacar del cajón todos los recuerdos sin vida y darle vida al que más me daña, por haberme enfadado con aquellas canciones...

Mientras tanto suceden barbaridades, se derrumba una ciudad, se mueren grandes personas, y yo sigo igual, odiando tu silencio, llenando vacíos de aire absurdo.

Tu aire, tu escondite...

Entre la nada y el todo yo era féliz.

martes, 5 de enero de 2010

El silencio es la más elocuente forma de mentir.

Si respirase todo lo hondo que puedo me quedaría anestesiada por mis vagas experiencias. Se ha atrancado el reloj de arena, gracias a dios que no se nos rompió. Lo admito, yo jugué con él.
Siempre hago igual, envuelvo un extraño misterio en mis entrañas, entonces éste me atrapa, me acaricia el alma, me acaricia la tristeza... Si, esa que nunca aparece. Te quedabas tan callado que tuve que remontarme a mis buenos tiempos. A aquel tiempo perfecto donde no existía más que una mesa, dos cervezas, tabaco y ellos dos... Mirándose, riéndose de la manera más descarada posible, sucumbiendo a un miedo lujurioso, traduciendo palabras...
Lo hacíamos muy bien, se nos llenaba la boca y la alegría, aquel tiempo en que la magia era trapecista, nunca se caía de esa cuerda. No existían las excusas ni las malas formas. Entonces yo guardé ese recuerdo en mi caja fuerte, siempre me ilumina si tropiezo. No sé por qué, creo que fue el mejor capítulo de mi coherencia.

Relájate, escúpelo, no se te vayan a salir las ganas por las orejas. ¡Qué manera de quererme!