lunes, 17 de enero de 2011

3

Hay cosas que nunca seré capaz de decir.
Cosas que vienen a derretirse, a fundirse con unas ganas impacientes de pasar mi vida en tus abrazos.
Y entonces tiemblo,
por no saber hasta que punto el corazón, podrá convertirse en honorabilísimo esclavo de tus días.

martes, 4 de enero de 2011

Hablemos desde esta orilla.

Sólo hay mentes
que aunque enajenadas por el viento, nunca olvidarán que hasta el mayor epíteto del desierto, puede ser una gran obra de arte.
Inspirarte desde el más tierno repelús, hasta la más brutal congoja.
Aquí ya no quedan bloques de hierro con los que pegarte cabezazos. Tanta temperatura quizás los derritió.
Lo único claro y conciso que puedo decir, es que los dilemas psicológicos de envergadura, no me duran como tales más de dos días. Y una vez que grito, rompo el cargador de la batería histérica.
Inhalo la atmósfera salada, y la perspectiva de mi misma, ahora, podría haberse comparado con los paisajes más puros que el gran artista (que en paz descanse) capturó.
No sé tratarme como una máquina derribadora.
No sé vivir siendo una mirada subliminal.
Y cuando lo probé
fue el final del tiempo sordomudo
la resaca, duro más de un día,
y la desazón no se quedó tranquila con una sola bofetada.

Por tanto, y por no volverme loca, he decidido salvarme en mi orilla.
Con la tranquilidad de los de siempre.
Con las que se ganaron ser de toda la vida.
Con el murmullo de las olas, mezclado con la prisa a cero grados
Con el play después de las lagunas
Con los distintos acentos bailando
Con la suerte atea y descarada
Con los propósitos que nunca me propongo tras las uvas.
Con la velocidad a corto plazo.

Con la misma inefable alegría…


Por sus ojos, que me pueden.

Por tu risa, mi vida.






Feliz año.