lunes, 22 de noviembre de 2010

Romeo y Julieta.

Ahora el corazón no late al compás de un pentagrama meditado, ni existe prisa que ande detrás de otro más que poner en la lista. No sabe nadie a cuantos palmos del suelo han volado sus ganas, ni se imaginan el esfuerzo sobrehumano que les supone estar una noche en camas separadas.
Ahora nadie puede convencerles de que con tan pocos besos no se puede construir otra historia. Han metido en una caja los recuerdos, dejando en el cuerpo sólo espacio para su argumento, para una larga noche en la 628, en la que por muchas ocasiones en las que se abra y se cierre la puerta, siempre estará flotando en el aire la risa de los dos.
Ahora nada tiene que olvidarse por miedo a la distancia, ni nadie tendrá que pedir perdón.
Ahora el verbo querer no parece una pérdida de tiempo, ni una piedra con la que tropezar 100 veces.
Ahora no da miedo ver el suelo desde el cielo.


Pero si el miedo aparece,
prefiero quedarme a tu lado,
pegada a tu piel y a tu aliento,
con tus manos quitándome el invierno de encima,
y así plantarle cara,
hasta que cansado de perder la batalla,
decida desaparecer
por la rendija de la ventana,
y se diluya en el frío,
hasta convertirse en nada.



Esta noche, también me harás falta...

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